Esta era la etapa más larga del viaje y, para que los 100 kilómetros no se nos hicieran interminables, decidimos acortarlos un poco haciendo todo el camino por carretera principal.
Salimos recorriendo la ciudad de kattaqorgón, que pensabamos que era muy pequeñita, pero tiene un gran mercado y mucha actividad. Tomamos la autovía con dos carriles por sentido, y un buen asfaltado, lo que nos permitió ir rapiditos y nos comimos los primeros 45 km en dos horas y media, con alguna parada para reponer agua, hasta que el sol empezó a cascarnos.
A partir de entonces la carretera empeoró, o es que ya estábamos más cansados. Una verdadera tortura para el oido izquierdo, para el culo (porque la calidad del asfalto dejaba mucho que desear) y, por supuesto, para los nervios. Hay que tenerlos muy templados para soportar la tensión que suponen los camiones adelantando a toda velocidad a menos de un metro de nuestros tiernos cuerpecitos.
No hay mucho más que contar respecto a lo ocurrido este día. Más de lo mismo. Lo más curioso es que una furgoneta se puso en paralelo a nosotros mientras pedaleábamos y el conductor nos hizo un gesto. Nos adelantó y se detuvo unos metros más adelante y uno de los ocupantes con dos panes nos hizo un gesto para que nos detuviéramos a su lado. La verdad es que llega un momento en que estás cansado de ser educado con la gente que se dirige a ti… pero en este caso nos detuvimos a su lado y… sorpresa… nos regaló dos panes que, unos kilómetros más adelante, fueron parte de nuestro almuerzo.
Por lo demás no ocurrió nada reseñable. Llegamos a Navoi y encontramos el hotel con facilidad. En la plazoleta que hay delante del hotel había una especie de quiosco con abundante pastelería y eso fue lo que comimos.
Luego entramos y tardaron en atendernos en la recepción. No había nadie y quienes había, se ocupaban de una especie de supermercado que había en la planta baja. Todo muy raro.
Luego ocupamos nuestras habitaciones e hicimos la colada. Descansamos y salimos a dar un paseo y a cenar.
Nos decidimos por un sitio bastante popular y barato en el que comer un Plov… porque el pescado que habíamos comido en Kataqorgon era la única variación que habíamos hecho en nuestra dieta desde hace semanas, y ya estábamos cansados de comer tanta carne.
El Restaurante Asl Sarmarqandacha Osh tiene la cocina junto a la calle y puedes ver los grandes perolos en los que cocinan el arroz. En lugar de entrar a la sala nos sentamos en las sillas de plástico blanco que tiene en la acera y pedimos Plov para todos y, la verdad, es que estaba delicioso. Pagamos unos 10 euros por una cena para 4 personas. Luego volvimos al hotel envueltos en la oscuridad más absoluta, porque las calles no estaban iluminadas y en más de una ocasión tuvimos que usar la luz de nuestros móviles para poder ver el camino.
Eso es todo.