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Las bicicletas


Uno de los problemas al que nos enfrentamos cuando vamos a un lugar tan remoto es cómo conseguir unas bicicletas baratas que soporten el viaje con dignidad y sin dar demasiados problemas.
Desde el principio teníamos claro que nuestra primera opción era comprarlas y, si no podía ser en Uzbekistan, lo haríamos en Madrid o en Estambul, de camino… pero esas opciones serían solo a la desesperada. Lo primero era intentar conseguirlas en Uzbekistan y, he de decir, es el año que más hemos sufrido para lograrlo.

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La cuestión ha sido la dificultad para comunicarse con los comercios Uzbecos. Y es que, estando en el área de influencia rusa, no usan las mismas redes sociales ni el mismo sistema financiero ni, por supuesto, el inglés como idioma de referencia.
Y si las vamos a comprar en Uzbekistan pues mejor comprarlas en Ferganá que en Tashkent, para evitarnos el viaje en tren con ellas. Eso era un segundo handicap pues Ferganá es una ciudad más pequeña y con menor número de tiendas de bicis.
Cuando por fin nos decidimos por una de esas tiendas, por mucho que les escribimos vía Telegram, no nos contestaban, y tuvimos que recurrir a un contacto que conocía a alguien que era uzbeco. Le pedimos a ese contacto que le diera al uzbeco si podía escribirles y decirles que estábamos intentando contactar con ellos y solo entonces nos contestaron.
A partir de entonces empezamos una negociación en la que nosotros tratábamos de explicarles lo que estábamos buscando y ellos nos respondían 7 días después sin haber entendido demasiado nuestros argumentos. Nos mandaron fotos y videos de bicicletas y, la verdad, nos parecían demasiado buenas para el precio que nos pedían por ellas (109 dólares). Al final aceptamos lo que había y nos encomendamos al cielo para que las bicicletas estuvieran realmente allí el día de nuestra llegada y no tener que buscar un plan alternativo cuando ya hubiéramos iniciado el viaje.
Así que llegamos a Uzbekistan con nuestras alforjas y te llama la atención las pocas bicicletas que ves por la calle siendo un país tan plano. Y el día en cuestión nos presentamos en la tienda y vemos las bicicletas que ofrecen. Te puedes imaginar el revuelo que provocan cuatro europeos en una tienda de Ferganá… Intentamos explicarles quienes somos, que habíamos hablado con ellos y no entienden así que llaman a unos de los jefes.
Había varios tipos de mountainbikes de marcas desconocidas con todos los complementos que puedas imaginar (cambios, frenos de disco, porta alforjas trasero, cuernos en el manillar) y una estética bastante fardona. Pero llega el supuesto jefe y nos dice que esas bicicletas son chinas y no van a aguantar un viaje como el que tenemos planeado hacer. Nos invita a seguirle a otra tienda en la que tiene modelos mejores.
Pues nosotros no tenemos nada que perder y nos subimos a su coche para que nos lleve a dicha tienda. No está muy lejos y es un gran almacén lleno de bicicletas de segunda mano. Nos ponemos a mirar y, al menos, las tienen de talla grande (pues las chinas eran todas pequeñas). Son viejas bicicletas de marcas europeas que han sido reparadas.

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El jefe nos pide 250 euros por cada una de ellas y cuando le regateé un poco, le dije 200… pues se quedó encantado. Luego me quedé pensando que tenía que haber bajado más el precio pues hasta en España una bicicleta de segunda mano te cuenta más barata… pero tenía en la cabeza cual era nuestro límite (200 euros) y eso es lo que dije.
Por esos 200 euros podíamos elegir la bicicleta que quisiéramos y pedir a los empleados del taller que le hicieran las modificaciones que quisiéramos. Así que cada uno eligió la suya y los complementos que necesitaba. Cambiamos sillines, manillares y pedales, pedimos gomas de repuesto y todo lo que se nos ocurrió hasta que las bicicletas quedaron a nuestro gusto.
Luego en carretera tuvieron un buen comportamiento y he de decir que cuando terminado el viaje nos volvimos a casa nos quedó pena de regalarlas y no traerlas con nosotros pues fueron cómodas y fiables. Ninguna tuvo una avería y nos dieron un magnífico rendimiento.

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