de
Fort Augustus

a
Inverness

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Hoy tocaba recorrer el Lago Ness de una punta a la otra, a todo lo largo por la orilla contraria y, nada más salir, pudimos entender que el camino iba a ser diferente, porque la carretera pica para arriba y tienes que dar lo más de ti mismo. La humedad y el frío de la mañana contrasta con el calor que te sale de dentro cuando suben las pulsaciones.

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Luego la carretera se aleja y no vemos el lago en toda la mañana, pero vemos otros laguitos más pequeños que también merecen la pena… el paisaje es precioso. No hay apenas coches y entiendes que a ésto es a lo que hemos venido.

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Luego la carretera cae hacia la orilla y aprecias el Lago en toda su magnitud. El Castillo de Urqhart, otra de esas imágenes míticas que tienes asociada a Escocia, queda al otro lado y no puedes verlo, pero es algo con lo que ya contábamos cuando decidimos hacer la ruta por esta orilla. Nos pareció que merece más la pena la tranquilidad y el paisaje que unas piedras semi-derruidas atestadas de turistas sacando fotos.

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Los últimos kilómetros transcurrieron entre bosques, granjas y hasta llamas de colores. Hasta que llegamos a Invernes, la capital de las Highlands.

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Callejeamos por la ciudad hasta encontrar nuestro alojamiento: una casita con tejas que conservaba el más puro estilo británico… llena de figuritas y porcelanas. Papel pintado, juegos de té, mesas camilla con manteles floreados, recuerdos de viajes a las colonias y cortinas de encaje.

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Una especie de museo en el que el tiempo ha quedado detenido, lleno de cachivaches, por el que nosotros entramos con nuestras alforjas como un elefante en una cacharrería.


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