De nuevo una etapa larga en la que los protagonistas fueron los paisajes, el tiempo y la carretera.
Los primeros kilómetros fueron por carretera pero, en nuestro ansia de buscar caminos más tranquilos y auténticos, nos salimos de la misma en Bridge of Orchy para rodeas Loch Tulla por la otra orilla. La idea era hacer un tramo por la West Highland Way. Es una especie de Camino de Santiago que recorre Escocia de punta a punta y que habíamos leído que en algunos puntos era transitable en bici.
Los primeros kilómetros fueron bien, por una carretera preciosa , sin tráfico y rodeada de naturaleza, pero pasado Victoria Bridge la carretera se convirtió en un camino pedregoso en el que era muy dificil circular con nuestras bicis con alforjas. A lo mejor ciclistas con Bikepacking podrían hacerlo pero nosotros tuvimos que echar pie a tierra en muchos tramos. Ya era tarde para darse la vuelta y rodear el lago por la otra orilla.
Había muchos caminantes circulando en nuestro sentido… claro que recuerda al Camino de Santiago. Los adelantábamos cuando podíamos subirnos y pedalear un rato pero ellos nos adelantaban luego cuando teníamos que tirar de la bici.
No sé cuánto duró eso pero se nos hizo eterno. Las bicicletas brincaban, las caídas acechaban y la gravilla exigía caminar el cincuenta por ciento del tiempo. Alrededor nuestro el paisaje era impresionante. Las sinuosas curvas de las montañas con la vegetación quemada por el frio y ese color pelirrojo que tanto la caracteriza… te estremecía cuando levantabas la vista.
Al fin alcanzamos la carretera y pensábamos que empezaba lo mejor del día: el Glencoe National Nature Reserve… pero el día se cerró sobre nosotros. Una densa neblina que soltaba la suficiente agua como para calarte los huesos y, en la carretera, un trafico intenso que nos ponía en peligro, no solo por la falta de visibilidad sino porque la carretera era estrecha y cabían dos vehículos con dificultar por lo que adelantarnos era muy peligroso.
Así que apretamos el culo y seguimos con nuestro camino hasta que pasado Loch Achtriochtan pudimos salirnos de la carretera principal… completamente mojados y ateridos por el frío. En Clachaig Inn nos detuvimos a calentarnos el cuerpo y hacer el lunch. Había muchos turistas y la comida nos sentó de fábula.
Luego el camino hasta Fort William fue más amable. Loch Leven nos regaló paisajes de postal, la carretera ya no era tan estrecha y la lluvia cedió para deleitarnos con un inesperado arcoíris sobre las aguas.
Nos instalamos, hicimos la colada y tendimos la ropa en cualquier hueco que lo permitiera. Salimos a hacer una compra en el supermercado que había al otro lado del aparcamiento y preparamos la cena. Unos espaguetis con verduras a la escocesa.
Fort Williams nos acogía con su calor, sus sencillos pubs y una vivienda vacacional llena de detalles. Al final del camino siempre hay una sopa, un bocadillo o una cerveza bien merecida que pone un extraordinario colofón al día de bicicleta.