Pasamos un día de descanso en Fort William visitando la pequeña ciudad bajo la lluvia. Era un chispy chispy persistente pero sin excesos, bajo el cual recorrimos su larga calle comercial y su avenida. No hay mucho más. Estuvimos dudando si subir a Ben Nevis, el pico más alto de Escocia. Hay un teleférico que te lleva arriba pero el día no estaba para eso.
Así que tuvimos una jornada tranquila, el justo descanso para lamernos las heridas y continuar adelante con nuestro viaje.
Estuvimos buscando el modo de cruzar a la otra orilla para evitar la carretera principal en nuestra salida hacia Mallaig, pero los horarios del ferry no nos convenían así que, por la mañana, reemprendimos la marcha por la orilla derecha. Y no fue una mala opción. Todavía el cielo tenía que descargar agua durante los primeros kilómetros pero la carretera era ancha y super tranquila y nos quedamos embobados pedaleando hacia el arco iris.
Cuando alcanzamos Arisaig nos salimos de la carretera principal y nos adentramos en Back of Keppoch. Una llanura donde hay pequeñas colinas, no mayores que una duna, y la sinuosa carretera avanza en un sube y baja entre ellas. Cada vez que alcanzas la cima te encuentras un hermoso paisaje. El mar a lo lejos y diminutas colinas. El verde el azul y el amarillo de la arena.
Así hasta que el cielo se encapotó de repente, que parecía que iba a soltar lo que no está escrito… y así lo hizo. De pronto descargó sobre nosotros una fuerte lluvia que tuvimos que echar pie a tierra porque era imposible ver nada, y mucho menos circular. Quedamos allí plantados bajo ese palo de agua, sin un techo en el que guarecernos, mirándonos unos a otros como atontados. ¿Qué hacemos? Y la verdad es que no teníamos demasiadas opciones. Esperar a que escampe o seguir con cuidado. Luego se transformó en granizada y, puesto que no había otra opción, con la cabeza gacha decidimos seguir adelante.
Cuando el cielo ya había soltado todo lo que tenía alcanzamos la costa y el paisaje era precioso. Alternaban las pequeñas playas de arena y roca… el verde, y esa atmósfera limpia que queda tras una lluvia, y el sol que se abre paso entre las nubes que se disipan… una verdadera belleza.
Con esa imagen gravada en nuestras retinas alcanzamos Mallaig. Un pequeño pueblo costero que debe vivir de la pesca y del ferry. No hay mucho mas que una calle que desciende hacia el mar, con restaurantes y tiendas y algunas industrias de pescado junto al pequeño puerto.
Nos instalamos en la cafetería del Hotel mirándonos con asombro pues aún no nos creíamos por lo que nos había pasado. Un Gin Tonic para calentar el cuerpo y salimos a cenar a uno de los múltiples restaurantes que hay en el pueblo. Un buen plato de Cullen Skink es justo lo que necesitábamos. Una sopa densa y blanca hecha con pescado ahumado, papas y leche o nata líquida. Todo lo que nos hacía falta para recuperarnos del cansancio y del frío.