La isla de Skye estaba destinada a ser lo mejor de nuestro viaje, el punto en el que te encuentras con la verdadera Escocia. Una Escocia mítica, de bruma e infinitos paisajes que se pierden en el horizonte pero, para nosotros, fue un tanto decepcionante.
Tras un corto ferry el tráfico se multiplicó y cada curva de carretera era una aventura entre remolques y camiones veloces. Demasiado tráfico para una carretera estrecha y sin arcén. Debatíamos si era mejor ir juntos o separados para facilitar que nos adelantaran y no llegábamos a un consenso. Así que te rodea un paisaje que sobrecoge pero no te puedes detener a mirarlo… vas completamente concentrado en la rueda que tienes delante, en mantener la línea recta, en no detenerte… no hay lugar para un despiste.
Pasado Luib teníamos la idea de salirnos de la vía principal para rodear esa pequeña península por la costa, pero la carretera estaba cortada y tuvimos que seguir con nuestro suplicio.
El pueblo de Portree nos recibió con una casa acogedora, donde el día de descanso eran para lavadoras, deportes y paseos entre rocas envueltas en la neblina.
Salimos a pasear por el pueblo y, aunque tiene cierto encanto, está plagado de turistas. Es lo que somos y no nos importa pero para poder cenar tienes que hacer cola en la calle. Luego, una vez dentro, la cosa cambia. Olvidas todas la penas. La gastronomía seguía sorprendiendonos: vieiras, mejillones y pan bendecido.
Al día siguiente cogimos las bicicletas, sin alforjas, y fuimos hasta el aparcamiento del Storr Trail. En el camino vimos un cercado tras el cual había unas vacas peludas… esas que se supone que son propias de la zona y que todo el mundo anda buscando para fotografiarse con ellas.
Nos hicimos la pertinente foto y seguimos adelante pero, a medida que avanzábamos, las nubes caían sobre nosotros… como si fueran cada vez más pesadas y no pudieran mantenerse en lo alto más tiempo. En el aparcamiento que hay junto a la carretera atamos las bicis a un tronco e hicimos el trekking hasta el Old Man of Storr. Apetece, cuando llevas tantos días de bici, cambiar el movimiento de las piernas y hacer otra cosa. Habíamos oído que los paisajes desde allá arriba eran impresionantes.
El camino es una vereda trazada con grandes piedras y plagada de turistas que, como nosotros, suben y bajan con la esperanza de poder ver ese paisaje que va a quedar gravado en tus retinas para siempre. Tienes que pararte cada tanto a para dejar pasar a los que vienen en dirección contrario, pero la niebla era tan densa que no había ningún paisaje visible. Bastante tenías con ver tu calzado sorteando las rocas y las sombras de los turistas que venían en dirección contraria. Es bastante pendiente y se te acelera el pulso y teníamos la esperanza de que el día se abriera al llegar arriba… pero la Isla de Skye no iba a tener conmiseración con nosotros.
Arriba estaba completamente nublado y, aunque tenemos una foto frente al Old Man of Storr, detrás nuestro no se ve nada, solo se intuye su silueta en esa blanca neblina que te invita a imaginar cualquier cosa… porque detrás de la roca no se veía la costa a lo lejos ni la inmensidad del paisaje… no se veía, absolutamente, nada.